Lamuy

Quería volver a leer(me) en papel. Y a oler(me) en tinta. Una ha criado su alma en una rotativa (hoy cerrada, por cierto), despertó a lo de juntar palabras en un centenario Diario que llegaba cada mañana acompañando, con el tacto y el olfato de las noticias impresas de madrugada, la maravilla sensitiva que es ya un desayuno. Suena a viejuno ese apego por el papel; a vintage, esa relación fetichista con los libros que llegan por más sentidos que el de la vista. Por eso agradezco tanto que Lamuy haya querido contar conmigo como colaboradora. Por un lado, engroso con cierto pudor un elenco que abruma, personas que he leído habitualmente, entrevistas que me han emocionado, reflexiones que me han ayudado a comprender mejor. Por otro, sigo haciendo terapia contando las cosas que me pasan y me merodean por la mente, por el alma, por la punta de los dedos. Y finalmente, mi ego se ve recompensado viéndose escrito sobre celulosa (odio el puto «negro sobre blanco»), vistiendo de negro tinta los pensamientos que no dejan de serlo menos por estar en el ciberespacio pero que me siguen pareciendo más reales, más románticos, impresos físicamente, aunque sea a láser. Así que os dejaré también por aquí lo que vaya publicando, para que no penséis que he desaparecido.