Música terapéutica

Hubo una época –que se me antoja en otra dimensión aunque apenas hayan pasado seis años– en la que daba rienda suelta a mis mapas de ideas musicales en unos pequeños artículos de opinión mancomunados en Diario de Cádiz. Tenían el sugerente nombre de «Pabellón auditivo». Eso era cuando me reconocía como redactora, cuando aún no me había pasado al lado oscuro, que es lo que entiende parte de la profesión que significa trabajar para la Administración o un organismo.

Os contaba que hubo una época en la que tenía la aspiración romántica de ser redactora –siempre escrito, siempre en papel- aunque con la rareza de que nunca pretendí ganar un Pulitzer ni desgranar grandes historias y exclusivas, mi aspiración era estar en la calle, aprender de las historias del día a día y beber de esos temas que siempre me han estimulado. Toda esa inocencia se rompió mucho antes de huir hacia mi recientemente descubierta vocación y, como siempre que se quiebran sueños, hay un personaje gris y ruin de por medio que, como jefe, no sólo no estimuló mi entusiasmo sino que fagocitó mi energía. Pero ésa es otra historia.

Así que los «Pabellones auditivos» eran una vía de desfogar mi necesidad de contar, aquella que me llevó tras los pasos del periodismo y ante el ordenador de un periódico; eran una excusa con la que poder escribir con cierta libertad y de un tema que me apasionaba. Abordaba temas variopintos, desde perspectivas diferentes, con el hilo conductor de la música. ¡Qué buen aliado! Hace unos días me acordé de uno de ellos y os lo he querido traer (lo que ha sido posible gracias a la ayuda de Tamara García, compañera del Diario).

En ocasiones releo artículos que escribí entonces, y que amarillean amontonados en mis estanterías, y casi no me reconozco en las palabras dejadas con más esmero que brillantez. Y me sorprende que muchos de ellos no hayan perdido actualidad, que puedan leerse hoy como entonces, que sean atemporales o traten temas que son cíclicos y recurrentes. Será que las historias se repiten, que nada se inventa, y que los sentimientos, las emociones, las canciones y todo lo que nos llega tiene ese halo de imperecedero que hace que hoy, siete años después, vuelva a suscribir mucho de lo que escribí entonces.

Intentaré traeros de vez en cuando estos pabellones auditivos, si no os molesta el momento «revival». Y no porque me falten las ideas, que cuando una tiene incontinencia verbal suele ser también escrita, sino porque forman parte de una época de mi vida que, a pesar de todo y de todos, supuso para mí el despertar a la profesión y la maduración incipiente de quien se acerca a un oficio. Y de la que, a pesar de todo y de todos, guardo un buen recuerdo y mejores amigos. Así que aquí os dejo uno de ellos, no necesariamente el primero pero sí el que me vino a la memoria el otro día.

Balizas para mi alma   23/03/2003

Cada uno echa mano de lo que puede para capotear temporales. Y como una parte de estos instrumentos conciliadores surge un manojo de canciones terapéuticas que se asoman en determinados estados de ánimos como una baliza que indica la entrada a puerto. En arranques de melancolía, cuando duelen las aristas de la tristeza (homenaje), no hay nada como poner un CD de Gardel -de esos que suenan a vinilo- arrancar las lágrimas enconadas en el alma y quedarse como nueva. El desnudo drama de «La cieguita» puede llegar a ser de gran efectividad. En estados de abatimiento, en esas mañanas ralentizadas en las que cuesta tanto trabajo arrancar, no hay nada como un buen ‘chute’ de «Levantito»: la canción del mismo nombre de este efímero grupo tiene fuerza suficiente para acabar con la desgana. «Velha chica», de Dulce Pontes con Valdemar Santos, es una infalible mano que me acuna cuando busco el relax, cuando necesito templar nervios y devolver al baúl en el que estaban los sentimientos y las palabras de reproche. También es una buena solución en casos de rebelión e impotencia «Un bel di vedremo», cantada por la soberbia Callas, todo un ejemplo de armonía que reconcilia a cualquiera con lo que le rodea. Hubo un tiempo en que «Vendrán días», de Manolo García, era una puerta a la esperanza, cuando el pozo era bien profundo. Y cualquier canción de Javier Ruibal viene bien a cualquier momento. Pero de entre todos destaca el salvavidas con mayúsculas, en cuya letra y en cuya música -vitalistas y medio chulescas- me apoyo en los momentos más inciertos: «I will survive» -siempre cantada por Gloria Gaynor-. Y es que, señores, yo ¡sobreviviré! 

 

12 comentarios en “Música terapéutica

  1. El (supuesto) lado oscuro necesita gente como tú. Gracias por traernos un poquito de esa otra Taite que algunos también conocemos; esa Taite que, parafraseándote, también ofrece balizas para mi alma, y que agradezco. Deseando compartir más Ruibal contigo, en 3, 2, 1…

  2. Y yo también sobreviviRRHHé!, jajaja… por supuesto que te dejamos traernos estos «Pabellones Auditivos», es más, ahora que sabemos que existen, estás obligada a traernos uno de vez en cuando, jajaja…

    Besazos, rubia, y como dice mi querida «@laplanta», que tú estés en el lado oscuro hace que no lo sea tanto, jajaja…

    • Mira por dónde, hacía «publicidad» a tu querido blog (que es un poco mi casa, también) antes incluso de conocerte… Lo que son las cosas y la clarividencia. Os traeré los pabellones y todo lo que se me ocurra porque tengo la cabeza llena de ideas que sólo esperan tiempo para plasmarla. De hecho, ya ves que contesto con una semana de retraso. Gracias, Iñaki

  3. Me encanta esta nueva «sección» de tu blog. Soy de esos extraños seres que les pone música a casi todo, no lo puedo evitar, así que esperaré con ganas tus «Pabellones Auditivos»
    Pero qué bien cuentas las cosas, antes en el lado «claro» y ahora en el denominado lado «oscuro» (por cierto, la de jarabe de palo es otra canción de esas que llevo en mi b.s.o.)
    Gracias por compartirlo con nosotros.

    • Sólo entiendo la vida si tiene banda sonora así que te entiendo. Os iré dejando mis cosas por si tenéis ganas de echarle un vistazo, aunque me siga asombrando que os asoméis tanto con tanto bueno que hay por ahí. Gracias, Pilar

    • Enma, Taite es quien soy y con quien me reconozco. De hecho, en casa me llaman Taite, en el colegio me llamaban Taite y dudo que si a alguien le preguntas por María Teresa Cortés sea capaz de decirte que soy yo. Curioso lo de los nombres. ¿Y que haya quien piense que no es serio? En fin, que es lo que soy así que me tenéis que aguantar como Taite y taitechu. Gracias

  4. Pingback: Canciones y amigos | A propósito de un caso

  5. Gracias Taite por compartir con nosotros estos «Pabellones Auditivos», es un placer leerte y todo lo que nos regales será bien recibido!

    Un abrazo enoooooooooooorme y no cambies!!!

  6. Pingback: Tengo un vicio confesable | A propósito de un caso

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