
Leyendo (de mi IG)
Tengo una perversión. Confesable. Me pone que me pongan, intelectualmente hablando. Me puede que me sacudan y me zarandeen; y me dejen en un sitio, descolocada, y con una perspectiva nunca vista ni prevista. Me apasiona discutir apasionadamente, intentar convencer y dejar que me lleguen argumentos novedosos; con vehemencia propia y ajena. Me gusta intentar pensar distinto y dudar de lo establecido. Me pone, me puede, ¿qué hago?
Por eso he disfrutado tanto del libro El pasodoble interminable, de Juan Carlos Aragón. Porque me ha llevado a otro prisma de la misma realidad que yo vivo, la del Carnaval, pero por dentro y desde dentro; porque me ha movido ideas asentadas sobre la fiesta, sobre su deriva, sobre la evolución, sobre su dimensión.
Porque me han enfrentado a un Cádiz que amo tanto como me desconcierta, incluso me he desconcertado descubríendome parte de ese Cádiz que amo; y también del que me supera. Porque me ha desgranado y diseccionado ideas sobre la fe, la religión, las creencias; en un tratado de filosofía juancarlista dentro de un libro surrealista sobre carnaval.
Y porque estaba tan bien escrito que sólo podía disfrutarlo y envidiarlo, a partes iguales, porque escribir asi -al 3×4 y en una novela- es un don. Y porque destilaba mardá, de la güena, de la de Cádi, de la que revienta con arte y retranca, que te arranca joputas por frase. Y a pesar de que en ocasiones parece el Mesias, poseedor de la verdad de la vida, de la esencia del carnaval; es al fin y al cabo Juan Carlos. Y se nos muestra en un pasodoble interminable que me descolocó, justo como a mi me pone.
Esta columna de opinión tiene la firma de Taite Cortés y se emitió en el programa Al Liquindoi de Canal Sur Radio el 9 de mayo de 2017