
Hace siete meses que una enana me cambió: cambió mi vida, mi definición. Tres kilos y 50 centímetros me hicieron pasar de novia a madre; o me añadieron a la definición de novia, la de madre. Aún ando acostumbrándome a ello y lo verbalizo en tercera persona más por reconocerme yo en una palabra tan grande que por enseñárselo a una persona tan pequeñita.
Hace siete meses que una enana te cambió: te pasó de novio a padre, aunque padre ya eras, ya eres. O digamos que te añadió a la definición de novio y padre, la de padre conmigo. Y menudo cambio. Sus pequeñas manitas han tejido entre nosotros unos hilos férreos e indisolubles que nos unirán para siempre; unos hilos pesados que nos llenan de responsabilidad.
Pero sé hoy y siempre que eres el mejor padre que puede tener. Y te miro y te admiro, cuando cada mañana os dejo dormidos en la cama que abandono mientras te dedicas a su cuidado; cuando le hablas con esa ternura infinita y concluyes: «menuda personaja», cuando le bañas con mimo, le vistes con combinación imposible de colores, cuando te veo sonreír y reírte cos sus ocurrencias
Y me llenan más a mi cada uno de los te quieros con los que le rocías, cada uno de los besos que le repartes, cada achuchón, cada caricia, cada risa. Y me llenan más a mi porque alimentan mi certeza de que hoy y siempre Guadalupe, como sus hermanos, tendrán el mejor padre del mundo. El que acompaña las tareas, el que inventa actividades e idea visitas para que cada día sea una sorpresa, el que hace paquetitos con la toalla al salir de la ducha, el que busca las cosquillas y el que viste de extraordinario cada hecho cotidiano con su tono de incredulidad. Podrán pasar cosas entre nosotros, podremos llegar a no querernos, pero nada cambiará en tu relación con ella. Lo sé porque lo veo cada día con sus hermanos.
Y cierro los ojos con cada gesto que te veo porque quiero quedármelo para siempre, porque soy tan egoísta que no quiero que la enana crezca, porque quiero seguir muriendo de amor mirándote con ella, viéndote en ella. Y cierro los ojos porque quiero que nada cambie, quiero que este nosotros se estanque y sigamos disfrutándolo, como en estos días de confinamiento que nos han traído conciliación por Decreto Ley.
Muchas veces te miro y te doy las gracias. No sé si lo adviertes porque es una mirada sutil, es un resquicio que se escapa de entre tanto agradecimiento que tengo en mi. Porque me buscaste y me encontraste, porque me acompañaste de la mano sin dejarme nunca, porque me mimas, me besas, me respetas. Porque llegó contigo el mejor compañero, pareja, padre, comprometido, feminista, sensible, responsable. Pero si te miro muchas veces y te doy las gracias es, sobre todo, por querer compartir esta responsabilidad-experiencia-maravilla conmigo, por hacer que hace siete meses una enana me cambiara la vida. Por transformarme de novia a madre, por transformarme en madre, además de novia.