Mientras…

Playa en domingo

Playa en domingo

Mientras sigo ordenando palabras para contaros experiencias, mientras supero esta abulia veraniega (tan sana por otro lado), mientras intento recuperar la sensación de que lo que os cuento os sirve de algo, os dejo un intento de relato veraniego que escribí allá por 2006 y que se publicó en Diario de Cádiz.

«LA HECATOMBE – Taite Cortés (20/08/2006)

¡La hecatombe! Aquello era inaudito y echaba por tierra una excelente tarde de playa, una nueva cita que contaba con todos los ingredientes para que fuera memorable. El poniente refrescaba el ambiente aliviando los calores de tanta faena y aunque este viento ensuciaba las aguas de Santa María del Mar -–frente al Levante que las dejaba como un plato transparente-– ¿quién necesita remojarse cuando la temperatura es perfecta y hay un bote de trescientos euros para la primera que cantase bingo?
La expectación era máxima entre las habituales, aquellas vecinas que componían el corrillo que a diario se colocaba junto a la Roca Barco para echar un ratito agradable y cumplir con el ritual diario; porque la gente dirá lo que quiera pero esto del bingo playero tiene su miga y su liturgia. Cada una se trae de casa los cartones, colocados en paneles de madera; los mismos números jugados día tras día, año tras año. Y no sólo en verano, también de octubre a mayo echaban la misma partida en un localito que se habían agenciado en el corazón del barrio.
Pero la partida de hoy era la PARTIDA, con mayúsculas, porque lo que estaba en juego no eran los centimitos de siempre ;–el objetivo de estas citas era sólo echar el rato– sino un señor bote de cincuenta mil señoras pesetas. “»Lo bien que me vendrían pa tapar un boquetito”», comentó Manuela. «“Pues anda que a mí»”, replicó Isabel, «“este mes las estoy pasando canutas”».
El dinero estaba para ellas porque tal y como se plantaron en el corrillo de siempre, en el sitio de siempre, con esa amalgama de sillas, sombrillas y enseres, los billetes aparecieron semienterrados, dentro de un bote de plástico. El hallazgo fue sorprendente. Y mientras discutían quién había sido la afortunada que lo había visto primero, la que habría de quedarse con semejante botín, alguien propuso que se jugara en el próximo bingo, una idea que llegó justo cuando Juana y Carmen empezaban a acalorarse en la discusión, y que el resto aplaudió entusiasmada.
Y hoy era la cita. Se había corrido la voz por todo el barrio y más de una vecina se había ofrecido para jugar esa partida. “»De eso nada, sólo las de siempre»”, le contestaban. Y ya estaba todo dispuesto: las sillas, las sombrillas, el cafelito echado, los cartones, las piedras para señalar los números que salgan… todo menos las bolas. Y aquello era la hecatombre.
«“¡Digo, falta el 22!»” gritó Toñi con desesperación. El revuelo que se armó fue impresionante. «¿“Cómo va a faltar un número si ayer jugamos sin problemas y esa bolsa no se ha tocado”?», le contestó Manuela. «“Pues no está. Y yo sé contar, qué te crees”».
Miraron uno por uno los bolsos, las ropas, los enseres. Removieron cielo y tierra ante la mirada de las envidiosas que se habían quedado fuera de la partida y que paladeaban este momento.

Y mientras, la ficha más buscada conseguía escabullirse y esconderse entre las tablas de los palés. Había conseguido ejecutar su soñada venganza. “»Los dos patitos, los dos patitos… Toma dos patitos”, dijo riendo a carcajadas.»

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