Las seis familias de Cádiz

Hay un Cádiz que dista de Barcelona apenas diez kilómetros. Hay un Cádiz que vive de la pesca y la agricultura. Hay un Cádiz que ha perdido población a marchas forzadas. Hay un Cádiz que fue Cádiz y que ya no lo es.

Ebongo es un pequeño pueblo de apenas una docena de casas que se asienta a la orilla de la playa en la costa de Guinea Ecuatorial. Se accede por una pista que se desvía a la derecha unos kilómetros antes de llegar a Punta Embonda. Fueron los colonialistas los que pusieron a este paradisíaco enclave el topónimo de Barcelona, de la misma manera que a Ebongo le llamaron Cádiz. Curiosa costumbre la de borrar lo más identificativo de un lugar: su nombre, para importase el de la tierra patria (de la del poderoso). Se cree que fue un comerciante español que compraba coco en la zona para exportarlo el que decidió que Ebongo fuera Cádiz (ésta sí que con más negritos). El potestado no volvió, la colonia terminó y los ecuatoguineanos recuperaron sus nombres, su país, su identidad. O tal vez no del todo.

De aquella época, de la colonia, en Punta Embonda sólo queda un viejo faro en desuso –ninguno de los que hay en la costa guineana funciona—y en Ebongo sólo el recuerdo de que en algún momento sus lugareños eran también gaditanos.

Pedro es uno de estos gaditanos de Ebongo. Uno de los miembros de las seis familias que hoy pueblan esta localidad que antaño fue mucho más importante que ahora “llegando a tener más de cien habitantes”. Ebongo –Cádiz— se ha ido despoblando porque las familias han emigrado a Bata o a España. “Quienes emigramos acabamos siempre en la ciudad”, concluye Pedro que, aunque uno de los que han salido del pueblo, reconoce que quiere volver. Y que no es el único. Y para ello, junto a todos los hermanos, está arreglando la casa de su familia. Hoy (esto lleva escrito desde 2012) se está levantando en este alejado enclave una pequeña vivienda de material permanente: todo un lujo en la zona, que se complementa con unas vistosas (y ectópicas) columnas dóricas a modo de porche.

Una casa de material es todo un lujo

Una casa de material es todo un lujo

“Los jóvenes estamos intentando volver a la tierra que dejaron nuestros padres”, explica porque, añade, “el sitio es precioso aunque esté deshabitado”. Y ahora tienen la ventaja de que ya llega la carretera –una amplia pista que se embarra si llueve como lo ha hecho en mayo (de 2012)—porque antaño, para ir a Bata, había que deshojar horas de caminata por la playa –un ratito a pie y otro caminando– o echar mano de un fueraborda, si era posible.

Ni Puertatierra ni Cádiz, Cádiz. Ni guacamayos y lechuguinos. Y ni rastro –gracias a Dios—del manido y chabacano “esto es Cádiz y aquí…”. Los habitantes de Cádiz-Ebongo pueden contarse con los dedos de las manos y viven humildemente de lo que les da la naturaleza: de la pesca –la playa se salpica de algunos cayucos y redes con las que extraen del mar alimentos para el día a día— y de la agricultura, también de agricultura, porque aunque la selva comience a perfilarse a pie de playa, entre la frenética flora hay plantaciones de plátanos que se colecta y comercializa.

De la selva llega otros elementos básicos para su alimentación, como la tortuga, que mejora el pepe sup y que en aquellas tierras es una exquisitez que engrandece los platos más preciados.

Sebastián enseña su caza, una jugosa tortuga

Sebastián enseña su caza, una jugosa tortuga

Sebastián es un cazador de una población cercana que ha conseguido hacerse con una. La vende por 5.000 francos (unos siete euros), lo que hace que su jornada sea de lo más fructífera. La vieja tortuga, superviviente en mil aventuras, arrastra en su caparazón tajazos ya cicatrizados y se arrastra por la ingrata selva con sólo tres patas. Merece una nueva oportunidad que viene de la mano de Myriam y Edu, quienes la compran para liberarla (a escondidas de los ojos de Sebastián por si pudiera caer en la tentación de volverla a capturar por aquello del doble rendimiento).

 Los restos de la iglesiaEl Cádiz que fue Cádiz por imposición y del que no existen referencias en Google (la localización se basa en la fe en los recuerdos de los lugareños) tiene una vieja iglesia en desuso, un pequeño consultorio en desuso y apenas una decena de casas. El Cádiz que fue Cádiz por imposición tiene una playa sin plata quiera pero con palmeras, con redes y alguna barquilla (con o sin gracia en la quilla). El Cádiz que fue Cádiz por imposición cuenta apenas con seis familias, con otras tantas casas, se está despoblando y tira del recuerdo de lo que llegó a ser… Caramba, qué coincidencia.

3 comentarios en “Las seis familias de Cádiz

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