Igual ni existes, por eso es tal vez que no te busque con tanto afán. Ni para siempre, ni imprescindible. Puede que a fuerza de mitificarlo hayamos terminado por tenerlo como un imposible. O tal vez, sólo tal vez, sea todo un postureo protector, una pose; si, una pose; una coraza tejida de encogimientos de hombros, de lágrimas, de decepciones, de renuncias. No sé.
Igual ni existes. O al menos como me gustaría a mi. Sin anclajes pero rebosante de lealtad. Sin propiedades ni pertenencias pero tan complementario como natural. Sin artificios, con sonrisas al despertar; sin presiones, con siestas improvisadas; sin dependencia, con espacios propios y silencios a medias.
Ni mío, ni tuya. Sin acaparar horas, sin fagocitar espacios, dejándote estar, dejándome fluir, encontrándonos en ese hueco donde somos mejores porque lo podemos compartir; en esa intersección de conjuntos que nos permiten disfrutar del nosotros sin dejar de ser tu, sin dejar de ser yo. No quiero que a fuerza de noches obligadas deje de sorprenderme con la tibieza que desprende tu nuca.
Igual ni existes. Quien sabe. Igual no. Igual por eso no espero, no busco, no propicio. Porque hay oleadas que han de ser contenidas, cuando la entrega sólo se entiende de una manera; cuando estar es darse sin más, en esto como en todo; cuando no hay medias tintas ni estatus desdibujados.
Y sigo sin ti y no por ello menos yo. A pesar de todos. Y mientras llegas, o no (porque igual ni existes) me hago fuerte en mi vida, en mis silencios, en mis momentos, en mi soledad, que es firme, que es dulce, que es cómplice.
Sin para siempres pero sí todo para este ahora, para este todo ahora, que hay que beberse a sorbos.
Igual ni existes por eso no te busco con tanto afán. La suerte sería que terminaras encontrándome.
Sería incapaz de describirlo mejor, ni de estar más de acuerdo… Ni búsquedas, ni afán. Ni todo, ni nada. Ni contigo, ni sin ti. Recordando que los engaños de Disney no salen de la pantalla, sólo viven ahí. Y la gente de colores (azules o rosas) no existe y si existe destiñe desde el primer lavado.
Sigue escribiendo así, maifrién, no sólo de bien, sino de cabal. Al fin, a todos, siempre nos queda una compañera de viaje, se llama soledad y es bueno estar acostumbrada a ella 😉
Gracias por estar tan cerca, a un golpe de comentario. Y gracias por tus palabras. De desteñidos y falacias Disneylandiantes, sabemos un cacho… Igual es la madurez, la que pone todo en su sitio. Adoro mi soledad, cada vez mas, lo que no tengo claro si es bueno 😉
Tus espacios y palabras dibujan un camino para que termine encontrándote. Un beso desde Barcelona.
Mis palabras no pretenden mas que fluir, hilvanando pensamientos no siempre muy coherentes. Ya si encontramos, perfecto. Y si no, pues ni modo! Un beso de vuelta, Montse. Gracias por pasarte por aquí
Te he leído y he disfrutado, mucho. Y me has hecho recordar algo que escribí hace unos años. Ahí te lo dejo.
http://www.valentingarcia.com/?p=1232
Gracias, Valentin!! Por leerme, por disfrutarlo, y por compartir tus escrituras!
como esas piezas de puzzle que ni siquiera saben que están condenadas a encajar… un click inesperado, un argumento de una historia que nunca pensaste en escribir. Quizás por eso las olas siempre vuelven, porque no existen, salvo en el sueño de un trozo de playa.
Queremos más apropositos!
Muaks
¡¡Gracias, Mañez!! Me alegra verte por aquí. Y me encantan tus palabras, casi que podría subirlas al post como un complemento. Yo te debo dos comentarios que tengo pensados pero no escritos, las cosas del poco tiempo y el directo. je je