
Marcando espacios
No me jures amor eterno. No lo necesito, no lo quiero, no me lo creo. No desgranes a mi lado todos los minutos, ni hables en futuro, siempre imperfecto. Pero no lo enfrentes levantando un muro inexpugnable que nos separe aún más de lo que lo estábamos cuando aún no nos conocíamos, ni bíblica, ni siquiera literalmente.
No te comprometas si no quieres. Yo aún no sé si lo quiero. Aún no sé qué quiero. Pero no prevengas también mis incertidumbres señalando de rojos miles de líneas, reduciendo el espacio, el tiempo, las palabras que podemos poner en común. Unilateralmente.
No te equivoques, no. No comprometerse no es ser arisco, cortante, defensivo; no comprometerse no es cercenar, no es evitar, no es fintar infinitamente. Porque saber de ti no es más que eso, amigo, saber de ti; porque intentar llevar confidencias más allá de la almohada no es más que eso, amigo, seguir charlando en torno a un café. No son cepillos de dientes sobre el lavabo ni gayumbos en la cesta de la ropa sucia…
No voy a renunciar a la complicidad, a la chispa, a la naturalidad allende las sábanas. Sin que eso conlleve listas de la compra. No voy a poner fronteras ni voy a autocensurarme si quiero preguntarte sobre aquel problema que me contaste. No tienes que sentirte incómodo con ese interés por ti, y si lo haces, es que no entiendes nada, chaval, porque estar pendiente no es más que empatía, cariño. Somos personas, amigos, amantes; amantes, amigos, personas. Y no pienso desprenderme de ninguna de esas pieles.
Y, te confieso, hasta ahora lo he hecho: he dejado el teléfono justo cuando iba a mandar ese «qué tal». Y me he llegado a sentir ridícula si alguna vez ha salido. Tus monosílabos son un parapeto tan evidente como tu locuacidad en otros momentos. Y esto no va así. Porque si no me siento cómoda, no soy feliz; si no me siento libre, no soy feliz; si no tengo iniciativa, no soy feliz. Y se trata de ser feliz. Y de ser yo.
Así que no jures amor eterno, no te comprometas, no hables en futuro, siempre imperfecto, ni en plural, pero deja la defensa siciliana, afloja los reveses, relaja. Si al follamigo le quitas el amigo, la ecuación se limita a un silbido, a un momento sin alma, prosaico, fugaz. Si no es bilateral hay uno que pierde. Y ya no voy a ser yo.
Hola bicho. Cuanta certeza. Hablaba con alguien está semana y la necesidad de la complicidad en todas las facetas de la vida. Hasta para «simplemente» follar. Que las risas te sigan siendo propicias
Siempre por aquí, siempre con tus palabras cálidas. Creo que esa es mi aspiración, ternura y alma aunque sea en el supermercado. Se pierde la chispa si no
Ternura y alma. Tratandose de ti no podia ser de otro modo. Sonrisas de finde para vos.
Como siempre, excelentes certezas, brillantes reflexiones. Gracias Taite.
Muchísimas gracias. No imaginas el rubor y la alegría que me dan palabras como la tuya. No me acostumbro a que se me lea y con tanto cariño. Gracias a ti, Fabiola.
Existen espacios compartidos donde si te limitas terminan perdiendo la magia, la pasión y las ganas.
Si te impiden ser a pesar de estar ya perdió el valor.
Nada peor que frenar las ganas , al final dejas de ser …
Gracias !!!
Impedir ser, a pesar de estar… me lo quedo, me parece tan acertado… Mil gracias a ti.