Yo no tenía ni que estar en la Fnac pero, como tiene ese imán que me llama a buscar cualquier fruslería, de las que siempre tengo en la recámara de los antojos, hice escala en la tienda. Mi destino ese día era la música, pero no la música con la que me encontré. O eso creía yo.
Ese día era «El acontecimiento», Poveda cantaba en la Bienal de Flamenco, y todos: puristas y rompedores, flamencólogos y nuevos aficionados, se daban cita en La Maestranza deseosos de comprobar qué espectáculo se traía el cantaor en la chaqueta. Ésa era también mi cita (yo no soy ni lo uno ni lo otro, una simple curiosa musical) O eso creía yo.
Hoy (hace un año casi) no recuerdo qué fui a comprar ni si me lo llegué a llevar porque hoy (hace un año casi) sonrío al recordar que entré en la Fnac aquel día y, sin pensarlo, sin preverlo, sin pretenderlo, me encontré con La Canalla.
Bueno, realmente me encontré con esto que veis: un grupo de músicos apegotonados y tres colaboradores de excepción que cortaban jamón y lo repartían a los que nos agolpábamos en la pequeña sala. Pero un grupo que hacía una música distinta, que derrochaba frescura, que sonaba diferente, que no es poco en los tiempos que corren. Me llevé el disco, me fui al concierto de Poveda, desgasté el disco de escucharlo. Y me hice de La Canalla.
Anoche volví a ir de concierto con ellos y volví a sentir todo lo que descubrí aquel día, hace ahora casi un año. Puede que, como ayer, los acordes que había escuchado en el disco (y casi había memorizado) no se reconozcan tal cual en el directo. Porque en vivo, la música fluye, los solos de trompeta se desdibujan y vuelven a dibujar, las piezas a piano se acompasan y aparsimonian, y las genialidades de Chipi salpican momentos en que la magia de la música te envuelve sin más. Porque La Canalla es improvisación, es fuerza, es diálogo, es diversión. Es sentir que la música es algo que te hace dejarte llevar (por el universo infinito de las cosas), que te empuja a dejarte llevar.
Y lo que queda es la poesía; a veces absurda, a veces capaz de rozarte el alma. Y las palabras, seleccionadas primorosamente por un amante de las letras que las va engarzando en un abalorio rico y colorido que te hace reencontrarte con ese gusto por el contenido, más allá de la melodía. Pero también queda la melodía, la música, variada, diferente, mixta capaz de emulsionar el jazz con la copla con el tango.
La Canalla es difícil de catalogar, precisamente porque huye de corsés, porque se aleja de los clichés, porque no tiene que ver con nada, ni con nadie. Por eso ha supuesto un soplo de aire fresco en mi discoteca, en mi ipod, en mi vida. Hace casi un año que me hice de La Canalla. Y ayer los volví a disfrutar para celebrarlo. Y hoy quería contároslo.