Sin piedad

Escultura en el Museo de Miami

Escultura en el Museo de Miami

La vida es también medirse: sin más vara que la que tú te has confeccionado, distorsionada, atroz. La tuya es la más dura de las varas, la más exigente de las pautas, la más intransigente de las percepciones.

La vida no es más que medirse: ser consciente de hasta dónde puedes llegar, conocer tus límites (y no es sólo en lo profesional). Hasta que no estés allí no sabrás que ése es tu nivel de incompetencia; en el caso de que seas capaz de identificarlo.

Medirte es una tiranía autoimpuesta en la que eres verdugo y castigado, en la que no hay margen ni piedad: «yo tengo que poder con esto» aunque te tiemblen las manos y el alma, aunque el vértigo te lleve al filo de la claudicación, aunque hipoteques tu vida en el intento. Sin saber si realmente hay un sitio en el que parar; una pared en la que poner el pie y rebelarte o si en medio de un reto suena un silbato que te avisa: «ya es suficiente». Fin del partido.

Los que cuestan son los retos que nos imponemos nosotros y la que machaca es la soberbia de no reconocer las derrotas, ni asimilar e integrar los errores, que no dejan de ser parte de tu aprendizaje. Son los errores, los que se tatúan en tu memoria y te llegan a mortificar, cuando no son los que te agarran de los tobillos, te bajan de allá donde te encuentres, recordándote tus limitaciones. Son los errores una parte tan importante de lo que eres como lo son los aciertos: el yin y el yan; la dicotomía que te hace crecer y evolucionar en la alegría y en la tristeza, en la prosperidad y en la adversidad. Siempre que tengas un atisbo de humildad, el justo para reconocer que tú también te equivocas.

Y hay errores que duelen más que otros: los que conllevan hacer daño a las personas que quieres, perjudicarlas de alguna manera. Esos pesan, se pegan a la chepa, se agarran a la almohada, te abocan al desvelo cuando la responsabilidad no se limita a tu ámbito sino al más allá, cuando hay quienes dependen de ti, cuando te han encomendado intereses ajenos. Pero estos errores que se pegan a la chepa y que te jalan de los tobillos no pueden atarte para siempre, dejarte clavado al suelo, sin permitirte dar ni un paso nuevo, no ya volar. No pueden invalidarte ni bloquearte porque te hayan desprovisto de un plumazo de todos los puntos que pudieras conseguir en esa exigente medición a la que te sometes

La vida no es más que medirse. Aflójale tantito.

Mírame a los ojos, estoy aqui… Diferénciate

Lo esencial es invisible a los ojos de las personasMujer, joven, con lesión en la rodilla que acude a la consulta con el traumatólogo. Éste, sin mediar ni un «buenos días», le hace algunas preguntas mirando el ordenador o el móvil para pasar a la camilla donde la explora. Termina la consulta y la paciente se va con diagnóstico y propuesta de revisión pero con una desazón por la manera en que ha sido tratada.

Todos podemos contar una historia que nos haya pasado, a nosotros o a nuestros allegados, en la que no hemos recibido del profesional sanitario un trato cercano, cálido, que nos haya hecho sentir una persona y no un mero trámite en una cadena industrial. Y quienes nos dedicamos a esto de la salud, de alguna u otra manera, quienes nos sentimos fascinadas por todo lo que esto conlleva, quienes amamos profesiones propias y ajenas que confluyen en una amalgama mágica que es la atención diaria en los centros sanitarios, creemos que toda la excelencia profesional, todas las innovaciones técnicas, todos los avances biomédicos y en cuidados pueden ir al traste y no ser percibidos por la ciudadanía si se falla en determinadas cosas, las más elementales, las pequeñas cosas. Son los detalles los que calan, los que llegan, los que hacen a la persona sentirse única y bien tratada. Ya lo decía El Principito: Lo esencial es invisible a los ojos de las personas.

Así que de eso se trata esta aventura que comienza hoy y en la que hemos participado unos cuantos de estos enamorados: de hacer ver que estos pequeños detalles, estos gestos cotidianos a los que no se dan importancia, resultan trascendentes en el día a día de muchas personas que transitan por nuestros centros sanitarios. Ellos esperan, además de su tratamiento, su curación; en definitiva, de lo mejor del conocimiento de los profesionales que le atienden y de la tecnología que hay a su alcance; que quienes le atienden sean cercanos, amables y no le traten como a un elemento burocrático.

Aquí, en la web http://diferenciate.org/ encontrarás mucho mejor explicado en qué consiste, la evidencia que hay sobre los beneficios de un trato cercano e incluso la manera de adherirte a nuestra aventura. Y nos puedes seguir en twitter, en facebook

Pero no sólo este rincón propio y quien lo suscribe se adhiere a la iniciativa porque en Andalucía vamos a respaldar esta labor de todos, vamos a hacerla llegar a los profesionales para que recuperen la trascendencia de pequeños gestos y conozcan la grandeza del trabajo colectivo, como éste. Ahora queda hacer masa crítica, también desde la institución, desde el SSPA y sus responsables, que ya se comprometieron en su día y hoy renuevan el compromiso. Toca diferenciarnos.