¡Mechas a mi!

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Mechándome (de mi iG)

Me estoy empleando a conciencia. Se me va la vida en ello, claro. He he bajado dos puntos el tono de las mechas y casi luzco el platino de Teófila. Estoy por echarme agua oxigenada cada vez que baje a caletear. ¡Lo que sea! Lo que sea por poder hacerme un Cifuentes, hacerme la rubia por derecho y manipular a las personas a mi antojo.

Así que ahí estaba el fallo: no estaba yo lo suficiente albina. Y sólo por eso he pasado fatiguitas en las reuniones y en el curro, rodeada de hombres con criterio que no me bailaban el agua ni me facilitaban la vida ni las gestiones. Y mira que era fácil la solución.

No sé si es que aún no estoy lo suficientemente rubia. Creo que aún necesito más. Porque lo que persigo también es poder hacerme la ídem con la vida, con la realidad. Hacerme la rubia y que no me afecte -ni al estómago, ni a la conciencia, ni a la rebeldía- los políticos detenidos, imputados; los fiscales que mueven hilos al poder; los personajes sin ética -me niego a llamarles periodistas- que inventan noticias asesinando a esta bendita profesión ya moribunda, y que llaman zorras a las mujeres, rubias, que no le bailan el agua.

Mira que llevo 40 años siendo rubia y no sabía que la vida güera era tan fácil. Será que no sólo hay que serlo sino hacérselo. Y ahí es donde yo he fallado. Será que he peleado toda mi vida para que vean algo más que mi color de pelo o el de mis ojos; que mi verdadero mérito está en mi competencia y en mi independencia. Y ahora no sé si he defraudado a las rubias del mundo intentando dar profundidad al estereotipo.

Y como nunca es tarde. ¡Mechas a mi!

Esta columna de opinión tiene la firma de Taite Cortés y se emitió en el programa Al Liquindoi de Canal Sur Radio el 25 de abril de 2017 

Requiem

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Mi compañera de mesilla (Foto de mi IG)

Dudaba. No sabía muy bien qué hacer con aquello. Se veía venir su final, los achaques del paso del tiempo ya estaban haciendo mella, también físicamente. Nada de aquellos inicios lustrosos, de aquella potencia que le hizo elegirla. A modo de eutanasia, sin premeditar, la desconectó de toda alimentación (también la de la triple A) y se mantuvo un rato mirándola. No podía abandonarla, sin más; no podía acabar en la basura, ni siquiera en la parte correspondiente del punto limpio.

Debería haber un sitio donde depositar tantas horas de compañía, de información, de risas, de magia. Debería haber un depósito en el que quedaran las charlas entre susurros que llegaban en noches de desvelo, la adrenalina de las últimas noticias, incluso de las pésimas; las narraciones deportivas -que no le permeaban- y las voces que le había acompañado durante tanto tiempo, casi cada minuto, formando parte de sus ruidos certeros, esos que le dan cercanía, esos que le dan fiabilidad.

Aquella vieja radio no metabolizaría más ondas ertzianas, ni, por ende,  más actualidad, ni más análisis, ni más música, ni mas goles; pero le había sido fiel transmisora durante tantos años… atravesando cortinas de la ducha, sueños REM, ruidos de aspiradores y de sofritos haciéndose a fuego lento. Cambiaron las cortinas de ducha, las camas, los baños, los códigos postales, pero las voces que acercaba ese viejo cacharro se mantuvieron en el tiempo y en la distancia.

Dudaba. No sabía qué podía hacer con aquella radio pero seguro que no podía tirarla a la basura, ni al hueco del punto limpio al que quiera que vaya. ¿Dónde van los transistores que mueren, las charlas que callan, las ondas que no son interceptadas, ni deglutidas, ni servidas? ¿Dónde puede acabar la banda sonora hablada que ya no es?

No me llames Dolores

Pies de recién nacido

Recién nacida en un hospital público que ha sido gestada tras una selección embrionaria que permitirá que, además de nacer sana, pueda convertirse en la donante ideal para su hermano que padece una grave enfermedad. Todos los medios hablan del segundo bebé medicamento de España, a pesar de que a nadie nos gusta esa expresión.

Este tipo de acontecimientos supone un hecho excepcional en el día a día sanitario –de hecho, sólo se han producido dos en España— de tal manera que se prepara la difusión a la ciudadanía y a los medios de comunicación intentando ser rigurosos y teniendo en cuenta todas las variables: se recoge toda la información con los profesionales, con la que se hará el dossier de prensa; se acuerda con los equipos sanitarios quién va a intervenir en representación de todos y qué mensajes es importante acercar; se recaba posible material audiovisual que pudiera ayudar a la elaboración de la profesión y se explora la posibilidad de que los padres puedan atender a los periodistas en caso de que hubiera interés, explicándole cómo sería y la posible demanda que existiera.

Durante todo este proceso en el que estamos implicadas muchísimas personas hablamos de esta pequeña como de Estrella, sólo Estrella (de la misma manera que si en nuestro departamento hablas de Javier, todos sabemos a quien nos referimos; o María, o Carmen) nunca hablamos del bebé medicamento. Y es un término que nos repatea. El nombre técnico sería DGP HLA idéntico, pero esta expresión es difícilmente entendible por la ciudadanía de manera que lo traducimos en los materiales y en la atención a los medios por un «bebé seleccionado genéticamente para nacer libre de enfermedad y compatible con su hermano». Todos los intentos porque esta expresión cale son baldíos porque díganme ustedes cómo hacemos para que los medios de comunicación la utilicen para un titular (que no recoge más de diez palabras) o en una pieza de tele o radio que se cuenta por segundos. Yo me quedaría con Estrella, Javier, María o Carmen pero así los lectores/oyentes/telespectadores tampoco sabrían de qué iba. Es un problema de difícil solución, así que seguimos viendo titulares con «bebé medicamento» en la mayoría de las publicaciones. Lo ideal seria que ofreciéramos una alternativa: un termino que fuera grafico y entendible y explicara toda la complejidad del procedimiento pero hemos sido incapaces. Si a alguno se le ocurre, bienvenido sea.

Y por si os interesa, os dejo un documental que vi el sábado en la noche temática con la historia de Javier y Andrés, el primer niño que nació libre de beta talasemia y pudo curar a su hermano de esta enfermedad. Es, sin duda, uno de los momentos profesionales más emocionantes que he vivido. Aún me emociono recordándolo.

La fuente de la vida