Emergencias entre centímetros cúbicos

Menuda tropa (la periodista, el policía y el  ekeko)250.000 personas en un mismo recinto. Tres días intensos bajo el sol, con bebidas, comidas y centímetros cúbicos. Moteros que se desplazan desde todos los puntos de España y Portugal. Corredores de alto nivel que se la juegan entre las curvas. Esto y mucho más es el Gran Premio de Motociclismo que se celebra este fin de semana en Jerez.

800 personas componen el dispositivo de seguridad del Gobierno andaluz que velan porque nada ocurra en este fin de semana de locura y revoluciones, de las que más de 500 son sanitarios. Todo está previsto, planificado y testado en un plan de emergencias que se anticipa a los posibles riesgos que tal aglomeración de personas puede acarrear, que detecta las áreas de riesgo y establece los protocolos a poner en marcha en caso de que ocurra (ojalá que no).

Y tanto en la planificación como en la ejecución cobra un papel fundamental la comunicación, y así es cómo se ha trabajado en este caso en particular, donde tuve la oportunidad de trabajar en el diseño e implantación del de este dispositivo. A propósito de un caso.

El Plan de Emergencias Sanitarias del GP de Jerez se enmarca en el Plan de Emergencias de Andalucia, que establece los distintos niveles de activación (según la gravedad y dimensión de la emergencia) y afianza los mecanismos de coordinación entre las entidades implicadas (tanto si son ayuntamientos, gobiernos autonómicos y central, como si hablamos de cuerpos de seguridad -Policía, Guardia Civil- u otros servicios sanitarios); está dirigido por el 112 Andalucía.

Este Plan de Emergencias es el marco en el que se articula la coordinación de los servicios sanitarios de la provincia (Empresa Pública de Emergencia Sanitaria, Servicio Andaluz de Salud, Delegación Provincial de Salud y hospitales concertados) que trabajaron conjuntamente en la elaboración del Plan de Emergencias Sanitarias en unos meses de labor colaborativa y enriquecedora que permitió primero un documento y después su implementación bastante ejemplar. Desde el triaje a las derivaciones según gravedad, la clasificación de los centros de primaria y hospitalarios para dar respuesta a los requerimientos, los traslados intercentros, la necesidad de que ese fin de semana la ocupación de los hospitales sea menor para poder dar respuesta… todo está recogido en ese plan que valora todos los posibles riesgos a los que nos podemos enfrentar.

El Gabinete de Comunicación de la Delegación Provincial de Salud (servidora por aquel entonces) estuvo desde el primer momento en las reuniones de elaboración del Plan y esto fue fundamental en dos aspectos: conocer al dedillo todo el proceso y los protocolos (en caso de emergencia no se puede tener dudas) e integrar la comunicación en toda la cadena, desde el inicio al final. No vamos a contar el plan completo, no es plan. Pero sí algunas acciones básicas a tener en cuenta.

  • El Plan de Emergencias está activado durante tres días por lo que tú estás activada durante tres días sin descanso (que se lo digan ahora a Isa) y sin posibilidad de desconectar; en caso de que ocurra algo, vas a ser la primera persona a la que acudan los medios de comunicación y a la que busque la organización.
  • Estar activada todo el puente no significa tener que esta continuamente dando información a cuentagotas, sobre todo si no es trascendente. Cuando llegué a la Delegación, los medios preguntaban a demanda por los accidentes en carretera y estábamos todo el día buscando a heridos en los hospitales, con la consecuente molestia a los profesionales que tienen que estar continuamente recabando la información. Se estableció un protocolo para el parte de incidentes con dos cortes diarios, uno por la mañana que permitiera cubrir los boletines para las radios y los informativos de mediodía de la tele, además de los digitales; y uno por la tarde, al final del día, que resulta útil tanto para los informativos de la noche como para los matinales de la radio. Salvo incidencia grave, los medios ya saben que tienen que adecuarse a esta dinámica y funciona (con alguna excepción, como siempre) de manera que no tenemos que estar todo el día interrumpiendo la labor asistencial.
  • Referencia a quienes te dan la información y que ellos te referecien a ti: es importante que los gerentes de los hospitales y centro sanitarios adviertan a los responsables de la guardia de que una pesada de prensa les va a llamar dos veces al día (salvo incidencias) a preguntar una serie de datos, a unas horas determinadas. Es bueno que ya sepan los datos que necesitas, para que tengan la labor facilitada. Tú, quédate ya con los teléfonos de los jefes de guardia y procura saber los nombres.
  • Es importante que la ciudadanía conozca esta labor (para mi tan apasionante) y siempre los sanitarios son mejores portavoces para que llegue, para los tradicionales reportajes sobre el dispositivo sanitario, identifica a aquellos que se expresan con claridad y sin tecnicismos y dale unas pequeñas nociones previas a su intervención, hay claves que no tienen por qué manejar.
  • En caso de emergencia grave, eres fuente oficial y tienes que mantener la credibilidad que sostiene tu trabajo: es preferible demorarse en dar la información y que sea correcta a salir precipitadamente y errar.

Podría estar todo el día hablando de esto. Me apasiona. Pero sólo quería dar unas pinceladas. Si os interesa más el tema, aquí tenéis un enlace.

Lo inesperado

Aquí, algunas de las cosas que puede hace Siri en mi móvil

Aquí, algunas de las cosas que puede hace Siri en mi móvil

Sorteaba la vida y aprendía la profesión arrinconada en un ordenador burocratizando planillos y cerrando páginas en un veterano periódico local, en una sección olvidada a la que nadie quería llegar. Me enfrenté al oficio al que amaba conociendo la mediocridad de los jefes que vuelcan en sus subordinados las miserias y las venganzas, la de los compañeros que miraban a otro lado; pero también la grandeza, la rigurosidad y el compañerismo de quienes compartían conmigo los peores momentos y los mejores, quienes alimentaban mis ganas y mi inquietud dándome temas con los que ir desanquilosándome, dándome aire entre tanta asfixia. Con ellos compartí también copas y madrugadas, y reflexiones, y la importancia de la gente, y de la calle. Lo que también es periodismo. O lo que sobre todo es periodismo.

Y cambié de tercio. Ni lo había planeado, ni lo tenía pensado. Ni siquiera me lo pensé. Llegó, me subí. Fue un enorme regalo de cumpleaños que me vino envuelto sin mas: la promesa de aprender en un mundo fascinante, de poder sorprenderme a diario y de conocer a gente maravillosa. Si los escarceos que había tenido antes eran más con lo local y con lo cultural, desde aquel 23 de mayo de 2005 me sumergí sin pensármelo en el mundo de la salud, tan desconocido, tan fascinante, tan prometedor. Con paciencia y fascinación fui aprendiendo, empapándome de todos los profesionales que me arroparon en mi camino, de toda la sabiduría de una casa (institución) maravillosa. Comencé a conocer y valorar desde las mismas entrañas el valor de lo público y el privilegio de formar parte de ello.

Y como última pieza de una sorpresiva cadena (el inicio fue el nombramiento de un ministro) terminé comprometiéndome a otros niveles con lo público, con la casa, con las gentes. No iba a ser capaz, lo tenía claro. No entendía por qué era yo. Pero era sólo por nueve meses, sólo eso, y después volvería a la normalidad. Seis años más tarde y aún con la columna del debe llena de retos a los que no he llegado, de cosas que no he conseguido hacer, de no ser todo lo buena jefa que me hubiera gustado y sin entender aún por qué fui yo, miro hacia atrás y sólo soy capaz de sentir agradecimiento por todo lo que aprendido, por toda las personas de las que lo he hecho, por seguir empapándome de compromiso, integridad, vocación pública, pasión por las personas, por el trabajo, por el día a día. Me asombra comprobar el poso tan grande de conocimiento y de madurez que todos estos años me ha dejado. Me asombra comprobar que me ilusionaba cada nueva cosa que aprendía. Me asombra comprobar lo que he disfrutado a pesar de lo duro que ha sido el camino.

Sin esperarlo, una vez más, tocó cambiar de rumbo, dejando atrás una etapa tan feliz. Sin esperarlo, una vez más, ha pasado ya medio año aprendiendo de nuevo, desde cero, con humildad y la misma sensación de entonces: no voy a ser capaz. Sin esperarlo, una vez más, la vida me brinda la oportunidad de seguir empapándome, de conocer a nuevas personas, hasta de frustrarme. Probablemente nunca haya decidido por mi misma salir de la zona de confort, aquella que haya sido en cada uno de los momentos. Y no sé si eso es bueno o no. Nada ha sido premeditado, siempre ha sido inesperado, y me he sumado a los retos con más osadía que otra cosa.

Han pasado seis meses de estudio duro, de adaptación, de aprendizaje. Y aún no ha acabado porque sigo sintiéndome incapaz. El mundo es otro, las palabras son otras, los conceptos son otros pero sigue tratándose de la vocación pública y del compromiso con las personas.Quién sabe cuánto más de inesperado me espera a la vuelta de las esquinas y hacia dónde me llevarán.

P.D: Siento si he tenido esto un poco abandonado pero lo inesperado tiene esas cosas. También estas cosas.

No tan impunes

Pintura de Aurelio Díaz Trillo que tengo en el salón de casa

Pintura de Aurelio Díaz Trillo que tengo en el salón de casa

Profesional sanitario que acude a alguna actividad formativa sobre comunicación y que cuando se le explica la labor del Gabinete de Comunicación termina preguntando:

– ¿Y por qué no nos defendéis de tantos ataques en los medios de comunicación?

No es la primera vez que las personas de la organización achacan a quienes gestionamos con la prensa e incluso a los directivos que no se sienten defendidos de los ataques que entienden que reciben por parte de los medios de comunicación. Creen, y probablemente tengan razón, que deberíamos dar los argumentos a los periodistas siempre que se dé una denuncia que les afecte a su profesionalidad o a su labor en la institución. Y lo hacemos, en la mayoría de las ocasiones pero no siempre aparece como nos gustaría. O ni tan siquiera aparece.

En estos casos, y con el objetivo de que se entienda de que no todo lo que se cuenta se publica ni tendría por qué, sólo nos queda explicarles de alguna manera la dinámica de los medios de comunicación y en qué consiste el criterio periodístico (que defenderé a ultranza), aunque también, por qué no, algunas dinámicas asentadas últimamente como pedir respuesta a las ocho de la tarde sistemáticamente, cuando está toda la pieza escrita; o ni siquiera preguntar. En ocasiones, intentamos responder al día siguiente y, normalmente, el espacio que se dedica a la respuesta es mucho más pequeño que el que se llevó la denuncia y por ello intentamos explicar, también, cómo se configuran los espacios en los medios y lo que afecta que haya mucha actualidad ese día o no. Y contamos el último recurso que nos suele quedar, que son las cartas al director. Probablemente no ayude tanta pedagogía porque lo que quieren es que la organización les ampare, porque se sienten indefensos, pero como es algo que no siempre está en nuestras manos, intentamos hacérselo llegar. Por nosotros no es.

Pero héte aquí que hay más opciones al alcance de todos aquellos que se sientan agraviado en alguna información. La FAPE tiene una Comisión de Arbitraje, Quejas y deontología que analiza las distintas denuncias y emite resoluciones sobre la manera de trabajar de quienes nos dedicamos a esto. Aquí os dejo la que emitió hace poco a raíz de una denuncia de un profesional del Servicio de Urgencias del Hospital Torrecárdenas de Almería a raíz de esta columna.

Aquí tenéis la noticia en el boletín de la APM, también, por si os sirve.

Esa mama es mía

Mujer, de unos 50 años que acude a los tribunales reivindicando su derecho a la intimidad y a la propia imagen dado que entiende que se le ha conculcado en una imagen aparecida en un medio de comunicación.

La fotografía en cuestión era una mama -sólo y exclusivamente una mama- prensada en el proceso de realización de una mamografía. No aparecía el rostro ni había ningún elemento que identificara a la dueña. Pero esta señora sostuvo en los tribunales que esa mama era suya.

Esta situación ocurrió y sirve de recurso para hacer entender a los compañeros de qué hablamos cuando hablamos de derecho a la intimidad y a la propia imagen de nuestros pacientes. Y por qué de nuestro celo. Porque la institución, y quienes trabajamos en ella, somos responsables de salvaguardar a estas personas que cada día transitan por nuestros centros sanitarios y no podemos bajar la guardia por inocente que parezca la situación.

Ahora es fácil entrar en los centros y hacer fotos de las distintas estampas, no hace falta más que un móvil. Es sencillo recoger cómo unas urgencias tienen una mayor afluencia o están desbordadas pero cada una de las personas que aparecen en esa imagen tiene una historia, una familia, una circunstancia y el derecho a decidir si quiere aparecer en esa situación o no. Y hay que tener en cuenta esto en imágenes tan aparentemente indolentes como una sala de espera con personas aguardando a entrar en consulta ¿hay algo más cotidiano? ¿Más neutro?  porque puede ser que el señor que aparece esté ocultando a sus allegados que está ahi, por los motivos que sea, y el hecho de que aparezca en un periódico o en una televisión ayude poco a su intención de mantener esa visita en secreto. O la señora. O la chica. En ocasiones es difícil que se pondere aunque intentamos hacérselo llegar a los compañeros cuando muestran su extrañeza por la necesidad de que todos sepan que están siendo fotografíados o grabados y le requiramos la autorización por escrito. «Si no es más que una sala de espera»

Como siempre me ocurre, nunca sé si nos pasamos o no. Porque ser tan riguroso dificulta mucho el día a día. Pero siempre pienso en las circunstancias de cada una de las personas que pasan por nuestros centros, en la responsabilidad que tiene la institución y en que no todo vale. Y tener firmada la autorización de todos los que salen en los medios de comunicación, incluso de las señoras que no se identifican y aparecen de modelo para ciertas técnicas, es una garantía para no acabar en los juzgados.

No me llames Dolores

Pies de recién nacido

Recién nacida en un hospital público que ha sido gestada tras una selección embrionaria que permitirá que, además de nacer sana, pueda convertirse en la donante ideal para su hermano que padece una grave enfermedad. Todos los medios hablan del segundo bebé medicamento de España, a pesar de que a nadie nos gusta esa expresión.

Este tipo de acontecimientos supone un hecho excepcional en el día a día sanitario –de hecho, sólo se han producido dos en España— de tal manera que se prepara la difusión a la ciudadanía y a los medios de comunicación intentando ser rigurosos y teniendo en cuenta todas las variables: se recoge toda la información con los profesionales, con la que se hará el dossier de prensa; se acuerda con los equipos sanitarios quién va a intervenir en representación de todos y qué mensajes es importante acercar; se recaba posible material audiovisual que pudiera ayudar a la elaboración de la profesión y se explora la posibilidad de que los padres puedan atender a los periodistas en caso de que hubiera interés, explicándole cómo sería y la posible demanda que existiera.

Durante todo este proceso en el que estamos implicadas muchísimas personas hablamos de esta pequeña como de Estrella, sólo Estrella (de la misma manera que si en nuestro departamento hablas de Javier, todos sabemos a quien nos referimos; o María, o Carmen) nunca hablamos del bebé medicamento. Y es un término que nos repatea. El nombre técnico sería DGP HLA idéntico, pero esta expresión es difícilmente entendible por la ciudadanía de manera que lo traducimos en los materiales y en la atención a los medios por un «bebé seleccionado genéticamente para nacer libre de enfermedad y compatible con su hermano». Todos los intentos porque esta expresión cale son baldíos porque díganme ustedes cómo hacemos para que los medios de comunicación la utilicen para un titular (que no recoge más de diez palabras) o en una pieza de tele o radio que se cuenta por segundos. Yo me quedaría con Estrella, Javier, María o Carmen pero así los lectores/oyentes/telespectadores tampoco sabrían de qué iba. Es un problema de difícil solución, así que seguimos viendo titulares con «bebé medicamento» en la mayoría de las publicaciones. Lo ideal seria que ofreciéramos una alternativa: un termino que fuera grafico y entendible y explicara toda la complejidad del procedimiento pero hemos sido incapaces. Si a alguno se le ocurre, bienvenido sea.

Y por si os interesa, os dejo un documental que vi el sábado en la noche temática con la historia de Javier y Andrés, el primer niño que nació libre de beta talasemia y pudo curar a su hermano de esta enfermedad. Es, sin duda, uno de los momentos profesionales más emocionantes que he vivido. Aún me emociono recordándolo.

La fuente de la vida

Milagros que no son milagros

Varita mágica de Carmen. La tomé prestada

Chica diagnosticada con una enfermedad rara que hace una colecta para someterse a un tratamiento de dudosa validez en una clínica alemana que fue cerrada por las prácticas que llevaba a cabo. A esta clínica también iba a acudir otro niño de Jerez.

Hay decenas de casos parecidos a éstos, todos los días, en todos los rincones de España; situaciones que hablan de lo importante que es la esperanza en determinadas ocasiones pero también de que hay muchos intereses de por medio, mucha osadía y muchos desalmados. Menuda mezcla.

Y se trata de historias humanas –que tocan a los lectores, los oyentes, telespectadores– porque hablan de personas que luchan, que se desesperan, que no cejan en su intento de buscar una rendija de esperanza en un futuro, la mayor parte de las veces, negro o gris. Y por ello encuentran hueco en las páginas de los periódicos, en los programas de la radio y en televisión. Y se exponen historias y datos clínicos con mayor o menor profusión, que son acogidas con mayor o menor pudor, dependiendo del amarillismo de las secciones.

Así, se apela a la sensibilidad y solidaridad de la ciudadanía y se montan rifas, conciertos, partidos de fútbol; se ponen cuentas para ingresos voluntarios de manera que se recauden fondos que faciliten los costes de esa alternativa.

En la mayoría de las ocasiones, intentar explicar que se trata de tratamientos o terapias no probadas y que suelen ser un timo hace que parezcamos personas desalmadas que no entendemos la tragedia cercana. Lo mismo que ocurre si procuramos hacer ver que están hablando de traslados descabellados a otros países para acceder a opciones que se ofrecen aquí, en casa. Pero estoy convencida de que nos toca, como responsables de comunicación y como institución, hacer esta labor pedagógica que no siempre es bien entendida.

Quizás sea el sempiterno complejo de inferioridad que nos acompaña históricamente (a los españoles y a los andaluces) el que nos hace pensar que opciones terapéuticas en otros países tienen más visos de fiabilidad que si se hacen en el Sistema Nacional de Salud, cuando el nivel de resolución de nuestros centros sanitarios, con la tecnología de la que disponemos y, sobre todo, la excelencia de los profesionales, hace que prácticamente se incorpore toda técnica novedosa que sea validada por la comunidad científica. De tal manera que son excepcionales las soluciones que puedan dar en otros sitios y no en la sanidad pública.

Nos toca explicar que hay procedimientos establecidos y el sistema funciona en red. Así, si para una enfermedad específica existiera una técnica probada que no se ofrece en Andalucía pero sí en otra comunidad, se autoriza la derivación y se corre con los gastos. Al igual que si no se ofrece en España pero sí en otro país. El único requisito: que la técnica cuente con evidencia de que funciona para esa situación; es segura y está probada. Lo que no siempre pasa.

Intentar que familias que luchan por una esperanza y se aferran a una salida entiendan todo esto y alcancen a ver que pueden ser atendidos perfectamente en un centro propio suele ser tarea imposible. Y puede llegar a ser comprensible.

Pero no debería serlo tanto que lo entendieran quienes tienen que hacer llegar a la sociedad la información y quienes desdeñan estos datos en pos de la historia humana. Si no conseguimos que la pedagogía trascienda a los medios probablemente sea porque nosotros no lo sabemos hacer. ¿A vosotros se os ocurre cómo?

Mírame a los ojos, estoy aqui… Diferénciate

Lo esencial es invisible a los ojos de las personasMujer, joven, con lesión en la rodilla que acude a la consulta con el traumatólogo. Éste, sin mediar ni un «buenos días», le hace algunas preguntas mirando el ordenador o el móvil para pasar a la camilla donde la explora. Termina la consulta y la paciente se va con diagnóstico y propuesta de revisión pero con una desazón por la manera en que ha sido tratada.

Todos podemos contar una historia que nos haya pasado, a nosotros o a nuestros allegados, en la que no hemos recibido del profesional sanitario un trato cercano, cálido, que nos haya hecho sentir una persona y no un mero trámite en una cadena industrial. Y quienes nos dedicamos a esto de la salud, de alguna u otra manera, quienes nos sentimos fascinadas por todo lo que esto conlleva, quienes amamos profesiones propias y ajenas que confluyen en una amalgama mágica que es la atención diaria en los centros sanitarios, creemos que toda la excelencia profesional, todas las innovaciones técnicas, todos los avances biomédicos y en cuidados pueden ir al traste y no ser percibidos por la ciudadanía si se falla en determinadas cosas, las más elementales, las pequeñas cosas. Son los detalles los que calan, los que llegan, los que hacen a la persona sentirse única y bien tratada. Ya lo decía El Principito: Lo esencial es invisible a los ojos de las personas.

Así que de eso se trata esta aventura que comienza hoy y en la que hemos participado unos cuantos de estos enamorados: de hacer ver que estos pequeños detalles, estos gestos cotidianos a los que no se dan importancia, resultan trascendentes en el día a día de muchas personas que transitan por nuestros centros sanitarios. Ellos esperan, además de su tratamiento, su curación; en definitiva, de lo mejor del conocimiento de los profesionales que le atienden y de la tecnología que hay a su alcance; que quienes le atienden sean cercanos, amables y no le traten como a un elemento burocrático.

Aquí, en la web http://diferenciate.org/ encontrarás mucho mejor explicado en qué consiste, la evidencia que hay sobre los beneficios de un trato cercano e incluso la manera de adherirte a nuestra aventura. Y nos puedes seguir en twitter, en facebook

Pero no sólo este rincón propio y quien lo suscribe se adhiere a la iniciativa porque en Andalucía vamos a respaldar esta labor de todos, vamos a hacerla llegar a los profesionales para que recuperen la trascendencia de pequeños gestos y conozcan la grandeza del trabajo colectivo, como éste. Ahora queda hacer masa crítica, también desde la institución, desde el SSPA y sus responsables, que ya se comprometieron en su día y hoy renuevan el compromiso. Toca diferenciarnos.

Defensores e indefensiones

Periodista de veintitantos años que llama a un centro sanitario:

-«Hola, buenas tardes. Es que nos ha llamado una familia para denunciarnos un caso de mala praxis que ha afectado a uno de los miembros y queríamos saber la versión del hospital».

Normalmente, se acompañan de una amplia explicación de la enfermedad que llevó al paciente al centro sanitario y de cada una de las circunstancias que la familia entiende que le ha acontecido durante el proceso y que da lugar a la situación actual. Y suelen terminar, por parte de los encargados de comunicación de los centros, con un «lo siento mucho pero no podemos dar datos clínicos del paciente».

Estas situaciones son cada día más comunes. Puede que tenga que ver con la judicialización en general de la sociedad de la que la asistencia sanitaria no podía quedar alejada (más concretamente, con la pujanza de colectivos de abogados que se dedican a denunciar por sistema al sistema amparados en un nombre que suena a ONG), o con eso del paciente informado (¿puedo objetar a «empoderado»?), que sabe de sus derechos y los ejerce también cuando entiende que el sistema ha fallado.

Y son episodios en los que acaba produciéndose una -llamémosle- indefensión que afecta, no ya al servicio público, sino, sobre todo a los profesionales, puesto que no hay posibilidad de ofrecer una respuesta que contraste esa información, no se puede aportar la misma batería de datos que suelen desplegar los afectados, encorsetados como estamos por el derecho a la intimidad de las personas, especialmente de los pacientes, propietarios de su historia clínica. En estos casos se da una paradoja que resulta curiosa: si ellos hacen pública su enfermedad y todo el proceso con todo lujo de detalles, ¿no podríamos nosotros, en consecuencia y dado que no tienen problemas en dar a conocer esos datos, ofrecer la secuencia de la atención sanitaria desde la perspectiva de los profesionales? Creo que sabeis la respuesta: sus datos son suyos y ellos lo hacen público cómo y cuando quieran. Y en estos casos, siempre me quedo con la explicación de un profesor de la facultad: «tu intimidad es como la puerta del cuarto de baño: tú decides cuándo la abres y hasta dónde; así como si un día te hartas y quieres cerrarla».

A esto le podemos sumar que se trata, normalmente, de situaciones de una gran carga dramática frente a las que tampoco cabe mucha explicación técnica. Porque entrar a explicar por qué se producen determinadas complicaciones o qué variables han podido intervenir en esa evolución puede sonar a frivolidad y corporativismo y parece que se está desdeñando el dolor por el que están pasando quienes exponen a los medios y la sociedad su situación. Difícil solución, la que tienen estos casos, a pesar de la pedagogía que podamos desplegar día a día.

Después vienen los procesos judiciales y las sentencias y, aunque no se ha hecho la aproximación estadística, si son favorables a los demandantes tienen todas las papeletas para que se publiciten con todo lujo de detalle mientras que si eximen a los profesionales o al sistema morirá en una mesa de una redacción (o en un buzón de correo electrónico, que me había puesto romántica) y en los anaqueles de los servicios jurídicos que lo han llevado, cumpliendo el viejo axioma del periodismo.

Entiendo que no tiene el mismo interés una «negligencia» descartada que un drama humano que acaba con un final justo (que no feliz, entiéndase) y no quiero que se evidencie por estas palabras que yo creo que todo funciona perfectamente o que no haya errores humanos, técnicos o problemas de organización que hayan afectado realmente al algunas personas. Sólo es que, si las reclamaciones patrimoniales o denuncias afectan al 0.001 de los actos médicos y por tanto la inmensa mayoría se desarrolla sin incidencia alguna, ¿por qué crece la sensación de que las negligencias son cada día más comunes? ¿De qué manera se puede contrarrestar?

¿Y esto… para cuándo?

Varón, 45 años, profesional sanitario que anuncia en rueda de prensa algún avance en la investigación de una enfermedad.

Después de una intervención donde aporta una importante batería de datos, donde explica el procedimiento y donde se maneja con toda la cautela inherente a este tipo de noticias, se abre el turno de preguntas y llega la cuestión de siempre: ¿Cuándo está prevista la comercialización? ¿Cuándo llegará a los pacientes?

Habitualmente, las ruedas de prensa se preparan meticulosamente con los profesionales y se incluye toda la información que, presumiblemente, puede ser de utilidad a los medios de comunicación, y por ende, a la ciudadanía, que es la destinataria final.

Entre el contenido que se ofrece, en la rueda y en la nota de prensa que se acompaña, está la descripción de la enfermedad en cuestión, de manera que se dan datos que ayude a dimensionarla, o se habla de las consecuencias y secuelas más frecuentes, para favorecer la humanización del proceso, lo cuál es difícil cuando se habla en abstracto de una patología. Es decir, se trata de hacer ver que eso tan frío de lo que hablamos tan técnicamente afecta a mucha gente y les afecta mucho porque las complicaciones son graves e invalidantes. Pero también se explica el proceso que ha llevado al hallazgo y de qué manera se ha conseguido llegar hasta el punto en el que se está, lo que incluye abordar los mecanismos de funcionamiento de la patología y la labor investigadora de los profesionales. Todo eso, siendo lo más divulgativos posibles pero sin llegar al populismo barato. Y todo ello, lo que es más difícil, intentando mantener la mesura, de manera que no se generen falsas expectativas en la población que puede ver en este anuncio una solución a su situación particular pero sin restar importancia al hallazgo. Difícil equilibrio.

Y cuando se tiene tanto celo en estos equilibrios se evita en todo momento hablar de plazos, imponer fechas topes que pueden no ser finalmente las verdaderas, que pueden ni tan siquiera ser, que pueden suponer una meta para una persona que tiene sus esperanzas puestas en una solución a su enfermedad, con la que convive cada día. Pero la realidad sanitaria y la periodística son antagónicas, aunque estén condenadas a entenderse. Porque el periodismo es la concreción, la contundencia, las fechas y los horizontes.

Y probablemente el titular llegue a ser que «la solución para xxx esté para xxx» si no se aborda con la misma cautela la respuesta a esa pregunta. Creo que, poco a poco, los periodistas se van concienciando de que en estos temas no es bueno lanzar las campanas al vuelo, y cada vez contamos con más compañeros especializados que son capaces de dimiensionar la situación (a pesar de la crisis, de la rotación, de la precariedad, pero eso será en otra entrada). Pero nunca está de más que la respuesta vaya acompañada de equilibrio, transmita la dificultad de imponer un límite temporal e incluso incida en la complejidad del proceso que queda. Porque titulares como éstos en poco ayudan a la labor divulgativa de la ciencia, del conocimiento y la medicina. Y jugar con las expectativas de personas que no albergan muchas esperanzas en su proceso, en su enfermedad, supone una crueldad que ninguno queremos alimentar.