Lo que une

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Pájaros en una playa de Holbox (TC)

Lo que une no es una café a media mañana o llevarme las bolsas del supermercado. Lo que une no es amanecer sin prisas ni programar un fin de semana fuera. Anda ya. Tu teoría hace aguas por todos lados porque nada de lo que incluyes en ese catálogo de acciones por evitar acrecienta más estos lazos, los mismos que te estorban, los mismos que te aprestas a desligar.

Lo que une es que me transmitas tu ternura infinita preparando un regalo a tu princesa. Lo que une son las cervezas a porta gayola y los gazpachos esperando el regreso de un duro día. Lo que une son las risas, el Pali, la copla a voz en grito, las caóticas listas del spotify, los silbidos si hay problemas, la colección de piernas sesteantes, ésa que ya ha desaparecido.

No une lo convencional, lo que tú crees que conforma pareja, cualquier pareja, todas las parejas. Eso es lo de todos y puede llegar a ser monotonía y termina por desunir. Une la amistad, siempre: la manera excepcional o peculiar o de cada uno de ver la realidad juntos, aunque sea a cachos, aunque no sea siempre, o -gracias a Dios-, porque no siempre es siempre. Une las cosas que nos hacen sonreír y nos las contamos, las que duelen y nos la contamos, los entresijos por los que nos hacernos partícipe el uno de las cosas del otro, también de los demonios. Une lo que somos juntos el tiempo en que decidamos juntarnos para lo que quiera que decidamos juntarnos. Y el sexo si es con piel. Y los besos en la espalda. Y las apoplejías con las conversaciones sobre lo que une.

Ni siquiera une ir cogidos de la mano. Ni los cepillos de dientes, que duran un segundo en estar en el cubo de la basura. Ni «mis» gafas sobre el escritorio. Te has empeñado en huir de lo que une bajo una premisa errónea, porque mientras fintabas lo que no significa nada se fueron tejiendo otras redes; pero es que ¿sabes? ésas son inevitables, por muchas barreras que se pongan. La buena noticia es que se han deshecho ya.

Porque frente a todo eso que une, o que unía, hay más cosas que desunen, o que han desunido: esa agonía de evitar lo que une, esa alerta constante que te hace vivir como en un campo de minas, ese bloqueo que impide sola, simplemente estar. Desune no creer, no querer, no vivir, no apostar, no valorar la generosidad de estar ahí -apostando, viviendo, creyendo-. Desune sentir que todo eso no te merece la pena.

No pido mucho

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El 2016 es así de mío (Arrancar el año en Bolonia. Foto de Mónica Segura)

No pido mucho, apenas nada: tener en el bolsillo lo suficiente para que no falten las cervezas con los amigos, seguir descubriendo bares y sorprendiéndome con sabores, maravillarme de que me siga maravillando cada día los atardeceres por el Campo del Sur y el olor a mar que me abriga como la manta en el sofá, arraigándome a lo que entiendo por casa.

El 2016 sería maravilloso si, además, me alimentara la fuerza de voluntad para continuar con el pilates y con alguna que otra carrerita; me mantuviera el sosiego que me acompaña desde hace un tiempo y se me tatúa en las arrugas; si se perpetuara esta felicidad tan simple, tan simple, que no aspira a más que a tener en el bolsillo lo suficiente para que no falten las cervezas con los amigos, a maravillarme con atardeceres y a saborear la tinta de un periódico migada con café mañanero. He descubierto que la felicidad es eso, saborear todos los momentos, y ahora no quiero perder esta pequeña sabiduría.

También quiero, querido 2016 que estás por descubrir, empacho de carnaval, una banda sonora (off y on) que no deje de sonar y que se salpique de Ruibal, siempre Ruibal; pero que también me descubran nuevos sones, nuevas letras que me hagan reír, sentir, vibrar, llorar. Y más domingos con delantal y cuchara de palo, con A vivir de fondo; y más tardes de sofá, y más series, y más libros.

No pido mucho. Bueno, si, ya me voy pasando. Pero también quiero estar siempre a la altura, de mis amigos, de mi familia, de mi trabajo. Y que cuando no lo esté, que una no es perfecta, pueda darme cuenta y rectificar. Y me lo perdonen mis amigos, mi familia, mi trabajo. Estar a la altura no es demasiado, o igual si: es ser coherente, consecuente, no fallar, saber adivinar cuándo te necesitan más que nunca aunque no te lo digan. Bueno, si, ya me voy pasando. Pero el 2015 ha sido básicamente bueno, realmente bueno.

Y más risas, muchas más risas, siempre risas. Pido que sigan las risas, que crezcan las risas, que se me tatúan también en las arrugas. Con amigos que juegan en la championlí del humor y de la complicidad, con carcajadas en el sofá ante ese «piensa padentro»; con amigas que le pegan patadas al diccionario, a las canciones, a la vida pero no pierden la sonrisa ni la capacidad de que llore hasta las lágrimas; con más amigas con ocurrencias y dobles sentidos, con propósitos de año nuevo fugaces, con salidas en espanglish. Y más risas, muchas más risas, también en la cama, y en el pre-cama, y en el post-cama.

Podría pedir, ya puestos, nuevos destinos viajeros, sitios de los que empaparte y con los que sorprenderte pero igual lo dejo para otro año, ya veremos, porque también quiero un 2016 en el que ser más yo, más todo lo yo que siempre he querido ser.

Historia de un parto… asistido

Mi otro "parto" especial. Cuando nació Curro.

Hoy, este blog cumple cuatro meses. Probablemente no es lo que esperábais pero sí es lo que quería yo, que es lo que suele ocurrirle a las madres orgullosas. No es el más guapo y soy consciente… pero es el mío.  Y lo veo hasta resultón. No es muy popular que digamos pero tampoco en casa somos de grandes familias y con los que nos damos cita de vez en cuando somos la mar de felices… E incluso en esto le veo su encanto. Así que, como una madre primeriza, me he puesto a recordar cómo, hace hoy cuatro meses, nos dio por parir este rincón.

Y no uso este «nos» como una corrección estilística; uso este «nos» porque nunca vi un parto más colectivo. O al menos fue en la manera en que lo viví. Porque fue así, entre todos, que pudimos hacer que viera la luz. Bajo presión, con contracciones continuas, pero agarrada a decenas de manos… las vuestras.

Hoy os cuento mi particular historia de mi parto…

Si a esto se puede llamar «dar una pista»…

Creando expectación

Y llegaron las buenas amigas, las que hacen de «manayés»

Con brindis y todo en la espera

Por los proyectos locos

Yo estaba a lo mío…

La peña comenzaba a desvariar…

Llegaron las imprecaciones de buena parturienta, recordando mi más perfecto inglés de Harvard…

Fue entonces cuando el equipo multidisciplinar que atendía el alumbramiento comenzó a alarmarse… algo no iba bien

Eso no es muy profesional… Serafín… Menos mal que empezaron a meter mano…

Y al final… con la ayuda de todos…

Perdonen las palabras de la madre… son las hormonas

Después del gremlin llegó la madre agradecida…

A pesar del agotamiento, dio tiempo incluso para un «despedida y cierre»

Y para guiños con la partera mayor

Al final..

Y como dice Rosa…

Este post está hecho con tuits recopilados en Memolane y en Storify. No están todos los que fueron pero lo pensé muy tarde y no pude recuperar la secuencia completa. Aunque creo que sí es una buena representación de lo que fue. ¡Gracias a todos!

Si funciona la programación, saldrá exactamente a los cuatro meses. Al menos, en este tiempo, habré aprendido a programar, que no es poco.