O no…

¿Seguro?

¿Seguro?

La vida sería más fácil con certezas. Me llevaría a paso firme hacia donde quiera que vaya (que tendría claro) sin desasosiegos, y no con este dudar constante, este cuestionamiento sin final que teje y desteje realidades como una penélope de andar por casa. La vida sería mas fácil con departamentos estancos donde todo está ordenadito y etiquetado, dejando al alcance de la mano lo que eres, lo que quieres, lo que piensas; que necesitas una ración de argumentos categóricos, pues los sacas del cajoncito donde los tienes tan claros y ordenados que da miedo; que tienes que tirar ahora de una de decisiones, pues los localizas en el de al lado, en el que están aquellas que se toman sin titubeos.

Siempre he envidiado en cierta manera (todo en mi tiene matices, pardiez) la labor de las esteticistas. Cada limpieza facial es un protocolo inamovible: limpieza, exfoliación, apertura de poros, extracción, tónico, masaje, mascarilla, recogida y a su templo; cada masaje tiene pasos estipulados y movimientos secuenciados. Esa liturgia tan milimétricamente pautada resulta un maravilloso salvavidas: el de saber en todo momento qué tienes que hacer y qué va a pasar. ¿Cuántas veces bajo la mascarilla añoraba esa seguridad? Las antípodas de lo que soy; y de lo que hago, donde las decisiones forman parte del día, en segundos, condicionadas, presionada… ¡Quién tuviera un puñado de certezas para este susto o muerte!

Y es que no hay otra. Cuando se dio el reparto de seguridades debí de andar aprendiendo cabuyería u orientación por las estrellas, competencias en las que soy ducha pero que nada me sirven para desasosiego cotidiano de no saber, en este continuo «o no» que me acompaña desde que era niña. ¡Si es que hasta para lo más pequeño! Esta semana leía a Risto Mejide hablar de su canción favorita de Sabina. ¿eso existe? ¿Y cómo puede? Yo podría quedarme con un quinteto de ellas, no sin cierto trabajito. Pero hoy no sabría determinar cuál es mi canción favorita de Sabina. O de Ruibal. Ni siquiera un puñado de películas preferidas, que me dejarían en el ahogo de abandonar otras por el camino.

Si, ya sé que la vida es decidir. No soy una ilusa, no; no escurro responsabilidades, tampoco. Sólo que el camino no es fácil, no es cierto, no es claro, no es premonitorio, ni siquiera intuitivo, no es banal. Y envidio a todas esas personas que tienen todo tan claro… hasta en lo más pequeño (o no) como cuál es su canción favorita de su artista (igual también favorito).

Hoy me ha vuelto a pasar leyendo (qué cosas, la mayoría de las las inquietudes me llegan leyendo) una entrevista en Diario de Cádiz donde el personaje, un político (o ex-político) se definía con una facilidad pasmosa, se encasillaba hasta en cinco etiquetas que le describían (o le describirían, condicionémoslo, para no perder la costumbre) a la perfección en distintos aspectos de su vida, en su pensamiento, en su biografía. ¿Sería yo capaz de etiquetarme? Definitivamente no (¡anda!, ¡una certeza!) y menos con rótulos tan gruesos como «reformista», «socialista liberal» o «filósofo crítico», que llegué a leer. Si acaso, podría definirme en unas vacuas obviedades como mi gentilicio, mi lugar de playeo o incluso mi rubia condición, tan condicionante ella.

¡Si es que hasta escribiendo dudo! Mido, sopeso, intercambio, pruebo palabras , hago, deshago; escribo, «des-escribo»… consciente de que hasta estas pequeñas decisiones determinan lo que realmente quiero decir, de que son éstas un valioso instrumento que tampoco puede tomarse a la ligera.

Dice mi amigo Fernando, con quien reflexiono a veces, que su única definición es que es del Atleti ¡Cómo no será nuestro cinismo! Y yo sólo sé que me bandeo como puedo en un mar de dudas del que salgo en contadas ocasiones para tomar aire y volverme a sumergir. Definitivamente, la vida sería más fácil con certezas. O no…

P.D: Visto lo visto, y como formaría parte de ese quinteto, creo que va tomando forma la canción de «Sin Embargo» como la que podría dar como favorita… O… espera…

Donantes galácticos

Cartel expuesto en la entrada del Hospital Virgen Macarena en SevillaJoven residente en el Campo de Gibraltar de 31 años que hace un llamamiento porque asegura necesitar un trasplante de médula. Los medios se vuelcan. Hasta que, finalmente parece que lo recibe. No hay constancia de que una Clínica La Merced de Madrid haga estos procedimientos.

Hace apenas unos días hablaba de determinadas situaciones en las que se apelaba a la generosidad de la gente para conseguir dinero para tratamientos a enfermedades sin solución. Pero hay más maneras de intentar que la ciudadanía responda ante un problema propio de salud y en las que es igualmente importante que los medios de comunicación (que, no olvidemos, son una manera de llegar a la ciudadanía) tengan la información para abordar estas noticias con el mayor rigor posible.

Hoy abordo los llamamientos para la donación de médula que se dan con determinada frecuencia con el consiguiente eco en los medios de comunicación porque vuelven a tocar la fibra sensible de los lectores, oyentes, espectadores, con historias humanas, de desesperanza y lucha. Y como por nosotros no va a quedar, y a pesar de ese marchamo de desalmados que nos vamos fraguando, una vez más echamos mano de la pedagogía para intentar trasladar que este tipo de actos en los que se buscan donantes no sirven para nada y generan movimientos incluso perjudiciales.Los donantes de médula que salen de estas corrientes altruistas no suelen tener consistencia y suelen renunciar a hacerlo cuando se les requiere, sobre todo si se tiene en cuenta que la donación de médula requiere de una intervención algo cruenta. Cuando se explica esto al usuario, acaba rechazando su opción primera.

Explicamos que con 18 millones de donantes en el mundo en la Redmo, a los que ya se han sumado los cordones umbilicales, el trasplante de médula ósea es un procedimiento que está perfectamente articulado gracias a la colaboración de los profesionales. Pero cuesta trabajo que cale esta información cuando la noticia está servida.

Y puede llegar a parecer incluso que estamos en contra de que haya personas que opten a ser donantes de médula ósea. Y nada más lejos de la realidad. Sólo trasladamos que, tal y como se ha demostrado con la experiencia de los profesionales, quienes se acerquen a registrarse como donantes tienen que hacerlo conscientes del compromiso que asumen y con toda la información para tomar esta decisión.

Porque imaginad que alguien quiere hacerse donante cuando recibe el llamamiento en un ámbito que levanta tantas pasiones como el fútbol, cuando se lo pide un ídolo (pongamos un Cristiano Ronaldo con twitter) y cuando está la prensa deportiva de por medio… Pasado el furor y los grandes titulares y momentos, es extraño que el hincha que recibió el imput que le movió el corazón que le hizo acercarse a donar, continúe con la vocación de hacerlo.

E imaginad, en este contexto (ídolos galácticos, el periodismo deportivo, el fervor de las masas y titulares para un equipo de fútbol) cómo de bajo se oía la voz de la institución y de los profesionales que intentaban poner un poco de sensatez. Y con el hándicap de siempre: el que nos impide dar datos clínicos del paciente que diera un poco de luz a la situación que tampoco era como se contaba. ¿Cómo lo veis vosotr@s? ¿Tenemos que seguir intentándolo a pesar de todo? ¿O nos damos por…?