Defina normalidad

Maniquí en Alicante. Foto de hada

Llaman de una productora:

-Hola, queremos hacer un reportaje del tipo reality a una joven (menor) que se ha quedado embarazada. Tanto ella como los padres están de acuerdo. Queremos abordarlo desde la normalidad porque la familia lo ha asumido así: ha adecuado la casa para recibir al bebé y ella ha cambiado el horario de clase para poder atenderlo, todo desde la más absoluta normalidad. Tendríamos que acompañarla a alguna consulta y a las clases de preparación al parto.

Cada día recibimos decenas de peticiones para mostrar los distintos aspectos de la sanidad en distintos formatos, bien para informativos, bien para programas de documentales –ya sea como Informe Semanal o Los Reporteros o del tipo Callejeros o Vidas Anónimas— bien para algunos temáticos de medicina que están proliferando —El Cirujano, Cuerpo Médico, Yo, médico. En estos casos sólo somos medias intermediarias, que intentamos organizar todo para facilitar la labor de los medios, buscar profesionales que se expresen bien e intentar interferir lo menos posible en el día a día de los centros. Y por supuesto, velar por intimidad de los pacientes.

En este caso es una menor, y ya he hablado aquí las trabas con las que nos encontramos en estos casos. Pero más allá de lo técnico, de la posibilidad o no de hacerlo y poder disponerlo todo, me pregunto ¿tiene la institución sanitaria prestarse a dar esta imagen de normalidad a algo que me niego a pensar que lo es? ¿Tiene la organización que contribuir a trasladar a otras chavalas, a la sociedad, que no hay mayor problema por que una menor se quede embarazada? Si tenemos que hacer educación para la salud, ¿es ésta una manera de hacerlo? ¿es un prejuicio mío? ¿Vosotros qué opináis?

Donde acaba la ternura

Varón, joven, de oficio representante de artistas que hace una llamada de teléfono:

– «Hola, mira, yo soy el representante de los PanTostaitoMiguaitoConCafe (nombre ficticio, of course -espero-) y ellos estaban interesados en ir a hacer una visita a los niños del hospital Despeñaperros Abajo (nombre también ficticio)»

– «Ah, hola. Pues los niños estarán encantados de que vayáis a verlos. Veremos que no les interfiera con el aula»

-«La idea es, ya sabes, estar con ellos en las habitaciones, hablar con ellos… Fotos bonitas con los pequeños… ¿Cómo hacemos lo de los medios?»

-«Igual no lo sabes, pero procuramos no hacer actividades con los pequeños hospitalizados con medios de comunicación, por aquello de su intimidad y la protección de su imagen, ya sabes».

-«Ya pero es que sin medios, no nos interesa».

Uno de los temas que más quebraderos de cabeza me genera es el de la imagen de los pequeños que están hospitalizados en los centros del SSPA (Sistema Sanitario Público de Andalucía) porque, aunque contamos con un criterio específico que aplicamos con más o menos suerte, no dejo de tener la sensación de que nos pasamos con el celo y desnaturalizamos la cotidianidad. Reflexiono muchas veces, individual y colectivamente, sobre este tema y finalmente nos decantamos por mantener la situación actual, lo que genera no pocas dificultades en nuestro trabajo diario.

La Ley de Autonomía del Paciente habla del «Derecho a la intimidad» pero lo circunscribe a la confidencialidad de la historia clínica y no aborda la especificidad de los pequeños pero, en cambio, en Andalucía contamos con un Decreto de los menores hospitalizados donde se establece claramente que:

«La dirección de los centros sanitarios velará para que la captación de imágenes de las personas menores de edad respete, en todo momento, su dignidad, y cuente con el consentimiento otorgado al efecto por ellos mismos o, subsidiariamente, con el consentimiento de su padre y madre, de sus tutores o de sus representantes legales, en los términos establecidos por la legislación vigente, debiendo, además, contar con las autorizaciones legales correspondientes»

Y añade, en el punto siguiente:

«En todos los supuestos, se evitará la identificación de la persona menor»

Y aquí es donde entra la complicación porque, según esta norma que nos rige, las imágenes tienen que ser dignas, estar autorizadas por los padres o tutores (que están encantados habitualmente, todo sea dicho), por la autoridad responsable (o sea, el Fiscal de Menores, entendemos) y que, además de todo esto, no se les reconozca en la imagen. Demasiados requisitos para nuestro día a día de locos que, de todas maneras, intentamos cumplir. De hecho, existe un modelo de autorización que manejamos para estos casos y, en las contadas convocatorias que hacemos a las zonas de pediatría, introducimos un recordatorio específico de la normativa para que los medios de comunicación sepan las reglas y puedan actuar en consecuencia. Les insistimos, además, que el que no se identifique no quiere decir que se pixele la imagen (o que se le ponga un tomate en la cara) porque estamos convencidas de que hay muchísimas maneras de que los niños salgan en las imágenes evocando toda la ternura de la infancia sin que por ello se les reconozca.

Pero, más allá, de las dificultades burocráticas, que son superables y parte de nuestro trabajo, reconozco ciertas reticencias no sé si éticas o estéticas, sobre la utilización de las fotos de niños hospitalizados, sobre todos aquellos que padecen cáncer. Confieso ciertos reparos porque no sé diferenciar el límite entre imágenes que generan ternura o aquellas destinadas directamente a despertar lástima, no sé dirimir hasta dónde llegan las emociones lógicas y dónde empieza el morbo. Sólo sé que me chirrían esas fotos.

Hace poco, abundando en el tema, acudimos a unas jornadas sobre criterios jurídicos y deontológicos en el tratamiento informativo de los menores donde tuvimos la oportunidad de plantear todas estas dudas a la Fiscal Jefe de Sevilla quien nos alertó de que estábamos poniendo demasiadas trabas a algo que era muy natural. Porque los niños también enferman, también se hospitalizan, también fallecen. Sostenía que mantenerlos escondidos y en una burbuja no ayudaba a normalizar su situación y les perjudicaba. Muchas veces le he dado vueltas a esa afirmación y no sé hasta qué punto puede tener razón, y probablemente nos pasamos de celo y tenemos demasiadas reticencias, a veces injustificadas.

Pero no puedo evitar que me chirríen las imágenes de los niños calvos, con goteros, conectados a una máquina o en otras situaciones. Igual es porque no me parece justo que tengan que pasar por eso, puede ser, o igual resulta que los medios siempre buscan la imagen más lastimera posible y eso, en sí, no es natural y me parece morboso. No sé qué opináis.

De las visitas de futbolistas, de los Reyes Magos o de los primeros niños del año seguiremos hablando en más ocasiones, que tiempo habrá.